La cocina es un elemento que, desde la Edad Media, acusó escasa evolución en Galicia.Tal como vemos en el Cuadrante, está compuesta por una “lareira”, que es el lugar donde se hacía el fuego, en el centro de la habitación. La “lareira” está coronada por una campana o “cambota” que remata en chimenea de cantería con un sistema interno de drenaje que evita la entrada de agua en días de lluvia. Normalmente en la “lareira”, que en este caso está separada varios centímetros del suelo, había un pote para hacer el caldo con su respectivo trípode. La campana descansa sobre los muros y sobre una columna de cantería situada en el ángulo exterior izquierdo.

            Cerca del fuego solía colocarse un banco largo de madera (“escano”), en tanto que la mesa solía aparecer en un rincón. El lugar del fregadero estaba debajo de una ventana. Las alacenas iban abiertas, a veces aprovechando huecos en los muros. Había también un lugar para la “artesa”, una suerte de cajón donde se guardaban las facturas de cerdo salado y cuya superficie se utilizaba para amasar.

            En la cocina se come, se descansa, se reza, se cuentan cuentos y coinciden los distintos estratos sociales que conviven en la casa: los señores los empleados, los proveedores, el cura.

           Las obras de Valle-Inclán suelen tener páginas importantes dedicadas a las cocinas, donde se observa este cruce social y donde el gato, que encarna al demonio, suele descansar en el regazo de alguna criada vieja o escapar a gran velocidad ante determinadas apariciones. Como si volvieran a través del tiempo, los gatos son presencia habitual en el jardín de la casa y comparten espacio con una interesante variedad de aves y pequeños insectos que hacen del jardín que rodea la construcción un lugar lleno de vida.

 

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